Existen muchos relojes en el mundo, pero ninguno como este
singular reloj. Este reloj no habitaba en las casas, ni iba en las muñecas de
la gente. Este iba dentro de cada uno, como un virus, algo adherido a nosotros.
Su misión era sencilla: vivía de esperanzas o ilusión. Cada
vez que esperamos para saber algo importante, o buscamos algo valioso, él está.
Acechando. Sus situaciones favoritas son las veces que esperamos a esa persona
que nos pone el cuerpo al revés. Cuando más tiempo pasa sin conseguir lo que
estemos esperando o buscando, más se alimenta él, hasta que perdamos toda la
esperanza de lograrlo.
Es muy fácil saber si está actuando ese infernal reloj:
solemos mirar a todos lados aunque lo hayamos hecho hace un segundo, empiezas a
respirar pesadamente, tienes miedo, dudas "¿Lo encontraré?
¿Aparecerá?", Nos duele el pecho (o el corazón más bien) y sientes abejas
asesinas en el estomago.
Cuando ya no queda más esperanza en la persona, el reloj
para, y esa persona, agotada, se rinde en su búsqueda, y se va.
Sólo hay una manera de destruir ese reloj: Encontrando lo
que buscas. Apareciendo esa persona a tu lado.
Así que ven.
Por favor...