jueves, 18 de febrero de 2016

Cuento breve: Monstruo.

Todos sabemos lo que son los monstruos, pero no todos sabemos convivir con ellos. Pero había una chica que sí.

Seguramente no sepas quién es. Seguramente nunca te hayas fijado en ella. Tiene el pelo oscuro, casi siempre tapándole la cara. Tienes unos ojos azules que esconde detrás de unas gafas. No es la típica jefa de animadoras ni la empollona a la que piden los apuntes. Sólo es la chica que se sienta sola en una esquina de la clase, que lo único destacable es que no destaca.

No le importaba no destacar, el problema empezó cuando la empezaron a prestar atención, pero no la que ella esperaba. Las personas le hacían comentarios crueles, y ella, asustada, solo agachaba la cabeza.

Se pasaba muchos descansos entre clases en el baño intentando no llorar. A veces no se podía aguantar y se derrumbaba en mitad del aula, lo que hacía que sólo se rieran más.

Ahí, apareció el monstruo. Él siempre  intentaba tirarla hacía abajo, pero ella luchaba por mantenerse a flote. Casi siempre conseguía mantenerlo a raya.

Las cosas fueron a peor, y cada vez más personas se reían. Le quitaban los deberes, la estropeaban el material y la quitaban las ganas de ir a clase. Nunca ningún profesor dijo nada. Nunca ningún alumno se quejó. Monstruo cada vez gana más terreno, hasta que llegó el día en que la pobre chica se miró al espejo y tuvo que apartar la vista. Esa fue la primera victoria de monstruo, y a partir de ahí todo empeoró.

Se empezó a creer todo lo que le decían que era. Se echaba la culpa de que la rechazaran los chicos de los que se colgaba, se decía que si fuese más guapa, o más alta, o más delgada, podría vivir en paz. Nuestra protagonista cada vez se hacía más pequeña, iba menguando sin que nadie se diera cuenta. Monstruo reía mientras la arrastraba a las profundidades. Ella no podía luchar más, no conseguía subir...

Y desapareció. Lo último que se sabe de ella es que está ahí abajo, con monstruo, donde nadie la ve. Esperando a poder salir. Sin suerte, por ahora.



lunes, 15 de febrero de 2016

La X

No sé si soy parte del problema o de la solución, quizás sólo somos una X y una Y, cada una en su lado y que no se despejan ni para atrás. Y oye, no me preocupa, que de incógnita se vive muy bien, dando dolor de cabeza a algunos (pero fascinando a otros) Soy la de los dobles sentidos, la X que todo puedo o todo le puede, dependiendo de donde se encuentra el igual en la ecuación.

Pero dejemos las matemáticas, que no le gustan a nadie. Yo soy de sintaxis, de buscar el lugar de cada palabra. Supongo que porque yo busco también mi lugar, entre núcleos y predicados.

Y vaya texto más egocéntrico y que egocéntrico llamar a esto texto, cuando solo son palabras amontonadas, ni siquiera escritas en el mismo día ni con el mismo boli. Debería poner alguna vez algún texto en papel, ahí se verían todos los tachones, todos los quiero y no puedo. Ni siquiera puedo decir ahora mismo si llegará alguien a leer estás lineas, o si lo tacharé cuando lo lea de nuevo.

Sólo repetir que cada párrafo es de un día distinto, y que, aún así, sigo pensado que soy la X. Y ya sabéis lo que dicen, "la X marca el lugar".