domingo, 31 de mayo de 2015

EL puzzle de 1000 piezas.

Era una niña extraña. Jugaba sola siempre y caminaba si prestar atención a nadie. Los demás niños sólo la ignoraban. Nadie se fijaba en si se sentía sola. A esa edad no se sabe nada sobre la soledad. Quizás ni ella misma se sentía sola.

La niña creció, y se convirtió en una joven extraña. Dejó de jugar pero no de caminar sola. A veces andaba con algún par de personas, pero sucedia en raras ocasiones. Ya no se columpiaba intentando llegar a dar una vuelta, se sentaba en un columpio y veía a las chicas pasar.

Está rota, siempre que la he visto estaba hecha pedazos. Algunas personas la construyen, por diversión creo yo, como quien se pone a hacer un puzzle de 1000 piezas y, al ver que sólo han montado los bordes, lo deshacen y lo vuelven a guardar. Así eran con ella. Cuando se aburrían, destrozaban lo que llevasen construido y se iba a otra cosa. Ella se quedaba ahí, recogiendo los trozos del suelo. Ella nunca se queja cuando la dejan sola, ya está acostumbrada.

Últimamente, la he visto con un chico. Sigue caminando sola a veces, pero parece menos triste. Un poco más niña. Han montado bastantes piezas. Nadie había montado nunca tantas. Ella sigue asustada, las piezas que recoge le tiemblan en las manos, pero resiste. Alguna vez se les ha caido alguna que habían colocado. Se pone nerviosa cada vez que pasa, pero él la recoge del suelo con cuidado y la vuelve a coloca en su sitio. Ella se sigue sentando en los columpios, pero ya no mira a los demás. A veces él la empuja para que suba más deprisa. A veces vuelve a soñar con dar una vuelta completa.